Caso cerrado: El debate sobre el formato del tenis
El fin del argumento. Los detractores del tenis a cinco sets quedan en ruinas. La cuestión de si el tenis debería eliminar su formato más largo es un debate constante, pero para sus defensores, la épica final del Abierto de Francia entre Jannik Sinner y Carlos Alcaraz fue el respaldo definitivo. Cinco horas y media de tensión palpable y competencia de élite otorgaron un significado más profundo a cómo la duración del encuentro elevó la importancia de los momentos decisivos del partido. El formato permitió que el partido adquiriera una calidad épica, elevando la rivalidad entre Sinner y Alcaraz, que en el ámbito del tenis ya era notable, a un nivel trascendental.
Las finales de Wimbledon entre Björn Borg y John McEnroe en 1980, y posteriormente entre Roger Federer y Rafael Nadal en 2008, tuvieron un efecto similar.
Los altibajos de partidos como el del domingo son un argumento convincente —posiblemente inapelable— de que las ventajas del formato superan a las desventajas. Sin embargo, para los aficionados más apasionados al tenis, las desventajas son difíciles de ignorar. Para los espectadores ocasionales, existen, sin duda, desventajas. Los partidos a cinco sets como el clásico Sinner-Alcaraz son raros.
Los desafíos de un formato a cinco sets
Aunque su tenis vertiginoso, extremadamente físico y poderosamente impresionante es, sin duda, asombroso, es más común que incluso los encuentros entre dos de los mejores jugadores del mundo presenten altibajos. Alcaraz y Sinner se enfrentaron en las semifinales del Abierto de Francia del año anterior en otro partido a cinco sets, que resultó irregular y peculiar. Raramente lograron mantener un buen nivel de juego simultáneamente, y ambos enfrentaron problemas físicos hacia el final, lo que provocó un notable desgaste energético al cierre de los sets.
Un partido a cinco sets más típico podría ser el que protagonizaron Tommy Paul contra Karen Khachanov en la cuarta ronda de este año.
En contraste, el pasado domingo, nadie quería que la contienda entre Sinner y Alcaraz llegara a su fin. Con frecuencia, los partidos a cinco sets concluyen de manera insatisfactoria antes de llegar a su término. El tenis no fue concebido para durar tanto; se diseñó como un deporte en el cual incluso los partidos a cinco sets no deberían tomar más de dos horas. La primera final de Wimbledon que alcanzó los cinco sets, en 1887, duró 120 minutos.
La evolución de la duración de los partidos
Más de 50 años después, en 1949, la final entre Ted Schroeder y Jaroslav Drobný tuvo una duración de 100 minutos. Eso es apenas 15 minutos más que solamente el segundo set de la final de 2023 entre Alcaraz y Novak Djokovic. Una revisión de las finales a cinco sets de Wimbledon de la primera mitad del siglo XX revela que la duración de los partidos oscilaba entre 95 y 135 minutos. Sin embargo, desde entonces, la duración de los partidos ha aumentado de manera constante, y esta tendencia se ha acelerado desde el cambio de siglo.
A partir de junio de 2023, los partidos han aumentado su duración promedio en un 25 por ciento desde 1999. Los encuentros de tres horas, que antes se consideraban como algo épico, se han vuelto el estándar. Este fenómeno se debe a una compleja combinación de cambios en la superficie de las canchas, mejoras en la preparación física y modificaciones en los estilos de juego predominantes.
Impacto en el circuito y en los jugadores
Sin embargo, el resultado neto es que los partidos largos se han vuelto más frecuentes. Esta mayor duración y fisicalidad tiene un efecto colateral en los torneos. Los jugadores que enfrentan un partido a cinco sets en un Grand Slam pueden encontrarse exhaustos para su siguiente encuentro o para iniciar la segunda semana del torneo, especialmente si han tenido varios encuentros desgastantes.
Jack Draper se retiró al final del segundo set frente a Alcaraz después de haber disputado tres partidos anteriores a cinco sets.
Con los torneos Grand Slam sorteados de tal manera que los jugadores de alto rango, como Draper, se emparejan con oponentes más débiles al comienzo, algunos aprecian este aspecto kármico del formato a cinco sets: jugar de manera relativamente informal contra un oponente superado y pagar el precio más adelante.
Sin embargo, la densidad y profundidad de calidad en el circuito ATP ha crecido en proporción a la duración de los partidos, hasta el punto de que los jugadores a veces acaban en una guerra de desgaste en la que uno sale agotado y el otro logra una victoria pírrica.
¿Quién se beneficia de este formato?
Además, el formato más largo reduce drásticamente el número de campeones viables. Muy pocos jugadores pueden soportar consistentemente las exigencias del tenis a cinco sets contra los mejores del mundo; por lo tanto, las sorpresas son menos probables, ya que el mejor jugador tiene más tiempo para resolver las situaciones adversas. Todo esto plantea interrogantes sobre a quién benefician realmente estos formatos.
Para los aficionados, la tensión radica en el nivel de misterio que generan los mejores partidos y cuán aburridos pueden resultar los peores. Partidos como el de Sinner contra Alcaraz suelen elevar el tenis a la conciencia deportiva más amplia; cuando un encuentro menos interesante se encuentra empatado a un set tras dos horas, la conclusión puede parecer tan distante que cambiar de canal se convierte en una respuesta completamente razonable.
Propuestas y consideraciones finales
También está la perspectiva de los jugadores, que generalmente prefieren el formato a mejor de cinco sets, ya que este se considera la prueba definitiva y tiende a asegurar que el mejor jugador triunfe. Se podría proponer que los Grand Slams adopten un sistema híbrido: mejor de tres para las primeras tres o cuatro rondas; mejor de cinco para las últimas tres o cuatro.
Este cambio de partidos más cortos a partidos más largos puede ser problemático físicamente para los jugadores, pero ya tienen que realizar ese ajuste para los eventos mayores, dado que todos los demás torneos del circuito se juegan al mejor de tres. Este formato híbrido también podría aplicarse a los torneos femeninos, fomentando la igualdad y eliminando situaciones como las ocurridas en el Abierto de Francia.
Sin embargo, las jugadoras de la WTA generalmente no están convencidas de la idea de competir a cinco sets.
A pesar de todo, toda esta especulación sigue siendo teórica, pues los torneos Grand Slam nunca han mostrado inclinación a modificar el formato de mejor de cinco sets. Estos eventos continúan registrando asistencias y ingresos récord, y los partidos más largos generalmente significan que las personas permanecen en las instalaciones durante más tiempo, lo que a su vez implica más posibilidades de gastar dinero. Aunque la final entre Sinner y Alcaraz es una prueba de la grandeza del formato más gladiatorial del tenis, es crucial recordar que partidos de tal magnitud son la excepción y no la norma.